En la austera alcoba, Krimilda se removía en el lecho, alartada por la mezquina luz de un ventanuco que caía a plecno sobre su cara.
Sigfrido la contempló hasta que abrió un ojo, luego el otro y al fin sonrió, serena.
Desde que habían celebrado las bodas, se acostumbró a ver a su señor, ya levantado, aguardando a que ella despertara.
- No quiero perderme ni un minuto de ti - le dijo él, justificando su tierna espera.
-Y yo no quiero despertarme un día y que tú no estes a mi lado. No podría soportarlo.
Y al decir esas palabras, un escalofrío involuntuario le recorrió el cuerpo. Durante tantos años se había negado al amor de los hombres, y a la pasión que su belleza provocaba, que ahora esos tiempos le parecían remotos recuerdos de otra vida. Ella no podía vivir sin su amado.
TAL-CUAL :)
que genial debe ser despertarse y ver que le tienes a tu lado, y que no tienes que recorrer medio mundo porque está ahí, ni a un solo paso de distancia .. :)
ResponderEliminarun besito
que lindas palabras y que lindo tambien que puedas disfrutar de eso. me alegra much:)
ResponderEliminargracias por tus palabras en mi blog beso!
OH cuanto amor
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